Son aquellas en las que la imagen es «comprimida» de manera horizontal antes de su captación (ya sea en sensor o en película fotoquímica). Presentan una serie de ventajas técnicas sobre las más comunes lentes esféricas, como la capacidad de recoger la misma información en menos espacio sin perder calidad. Por ello se comenzaron a usar en película de 35mm para ser proyectadas en formatos más panorámicos, y así no tener que utilizar 65mm, mucho más caros.
Las imágenes captadas deben ser tratadas en un proceso de «descompresión» para su utilización. Antes esto se hacía en el propio proyector, que contaba con otra lente anamórfica, pero ahora se hace digitalmente, con softwares específicos o incluso en la propia cámara digital.
Si bien antes su uso era más bien práctico, en la actualidad su uso principal es por estética, se trata de lentes que producen una serie de efectos ópticos como los flares anamórficos o el bokeh ovalado que son muy cotizados por ciertos directores/as de fotografía.
Son lentes más caras que sus equivalentes esféricos, puesto que la complejidad óptica es más elevada. Además, no hay tantas opciones en el mercado y por ello su uso está limitado a los proyectos más ambiciosos.